Muchas veces queremos que los niños hagan lo que les decimos para que estén entretenidos, para que se porten bien, para que obedezcan, pero limitamos su pensamiento.

Luego, no entendemo porqué no tienen imaginación o no quieren esforzarse, pero si les hemos educado sólo para que obedezcan, hemos estado coartando su creatividad natural.

Llegamos incluso a corregirles con los colores que utilizan para colorear los árboles “no, el árbol no es azul, es marrón y verde”, y así les predisponemos a aceptar múltiples pautas para hacer su trabajo, no pueden pensar ni opinar: es como si los adultos ya lo hacemos por ellos. 

Con esto, lograremos únicamente limitar su desarrollo, evitaremos que exploren, que experimenten, que decidan… y por tanto: que piensen. 

Educando para que los niños piensen

No se trata de estar todo el día encima de ellos, ni que copien modelos “establecidos”, ellos necesitan probar, comprender para aprender según ellos mismos. Por ello debemos apoyarles, dejar que exploren, entender que tienen una manera propia de expresarse, dejarles hacer por sí mismos ellos solos, permitiendo que se equivoquen ya que “errar” es fundamental para aprender y para que su pensamiento evolucione. 

Aplicando una disciplina positiva basada en el diálogo lograremos que entiendan las cosas y se impliquen. No quiere decir que no haya reglas o normas y que hagan lo que quieran, también necesitan límites o normas pero si queremos que aprendan a pensar y decidir, no debemos insistirles en hacer las cosas de una determinada manera única y exclusivamente porque lo decimos los adultos. Hemos de ayudarles a entender. Por supuesto, nadie dijo que fuese a ser fácil, pero no importa.